Es una obra de tres personajes, sobre las relaciones tóxicas. Tiene posibilidades de que suba a escena en Mar del Plata. Para la autora, escribir una pieza es una forma de estar cerca de una actividad que ama.
La obra de teatro “La voz del espejo”, de la actriz y dramaturga marplatense Ivana Fernández, se desarrolla en el Teatro Porteño, en la ciudad de Buenos Aires, bajo la dirección y producción de Matías Ezequiel Cancemi.
Para la autora, la pieza propone una historia sobre las relaciones tóxicas, “sobre las personas que se tropiezan en nuestro camino, que apasionan y nunca se olvidan, pero que jamás podrían regalarnos un futuro esperanzador”.
Y contó que la posibilidad de realizar la obra en Buenos Aires apareció tras entrar en contacto con el director.
“Lo conozco desde hace algunos años, trabajamos juntos y él vivía en Mar del Plata. En 2014, decidió hacer su camino allá y desde entonces, le está yendo bastante bien en sus emprendimientos porque su prioridad es preservar el producto, por sobre cualquier decisión económica”, dijo la autora a LA CAPITAL y confesó que tiene chances de que se vea durante el verano en alguna sala marplatense.
“Un día hablamos, leyó la obra, le pareció interesante y a partir de ahí se puso el proyecto al hombro, convocando a un equipo de gente muy profesional. El día del estreno me emocioné porque le aportó mucho más. Y ese es el desafío más elocuente de la cabeza de una directora”, agregó.
La música es de Maximiliano Spoltore y las actuaciones son de Emi Fegger, Camila Bagnatti y Yamila Iglesias.
Admiradora de la prosa de Mauricio Kartún y autora a la vez de la pieza “No se eligen, se heredan”, Fernández se acercó a la dramaturgia en un momento especial de su vida: la maternidad.
Escribir teatro, después de trabajar como actriz en varias obras, “se dio en un momento de búsqueda, casi como algo lúdico, en el que no podía focalizarme en lo que más me gusta hacer que es actuar en mi ciudad, como lo venía haciendo desde chica, porque tuve una nena. Y después otra. Esos fueron tiempos clave en los que, entre pañales, encontré esta veta para estar cerca del maravilloso mundo del teatro. Y digo “maravilloso” porque el teatro te da roce, te conecta con el otro desde un lugar verdadero, aunque se haya legitimado históricamente como ficción. Es donde desnudás tus emociones sin ser juzgado por la vara social”.
Agregó que sobre el escenario, en el marco de un personaje, “no hay mirada escrutadora, es un refugio perfecto porque para el espectador todo es inverosímil. Sin embargo, creo que en ningún lugar del mundo hay más verdad que en un escenario. Es por eso que tengo un gusto muy diverso en relación a la multiplicidad de géneros teatrales que se ofrecen actualmente porque en definitiva, lo que rescato siempre, es el aura de la propuesta”.
-¿Cuál es el disparador para sentarte a escribir una obra?
-Siempre me costó confiar en mí y eso me resulta bastante extraño por la contradicción de querer mostrarme y a la vez resguardarme ante un potencial juicio del otro. En medio de esa batalla, quizás por el enojo que me provoca la situación, dejo que gane la inspiración, lo que tiene que salir. Y alguna vez me devuelve la confianza en mí. Otras no tanto. Pero al menos, me animo a soltar, como salga. Pero suelto.